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Editorial de Marzo 2014


El agua, de la tragedia de los comunes a una nueva gobernanza territorial

 

Según el reporte mundial sobre aguas publicado en el 2012 por UNWater (Naciones Unidas), las numerosas crisis estructurales, habitualmente descritas individualmente (crisis alimentaria, crisis financiera, crisis energética, cambio climático…), son todas interdependientes en sus causas y consecuencias. Existe una competición salvaje para acceder a recursos naturales de más en más limitados, de los cuales el agua es uno de los puntos en común.

El muy liberal Foro Económico Mundial de Davos, en su reporte Global Risks 2014, identifica a la crisis del agua como uno de los principales challenges de este siglo. Concluye que "la crisis del agua es el resultado de una mala administración et del aumento de la competencia por recursos hídricos escasos producto de las actividades económicas y del aumento de la población". ¿Su solución? La propiedad privada contra la “tragedia de los comunes” descrita por Garrett Hardin en 1968.

Por otra parte, a pesar del aparente éxito de los objetivos del milenio (PNUD) en disminuir de mitad el porcentaje de la población que no tiene acceso a un aprovisionamiento en agua potable (bravo!) ni a servicios de saneamiento de base (catastrófico), nos encontramos lejos de haber respondido sustentablemente a los desafíos hídricos en el seno de nuestras sociedades globalizadas.

Hoy, nos encontramos confrontados cotidianamente a las crisis hídricas tales como las sequias estivales y las inundaciones hibernales, falta de acceso al agua para los más pobres y acceso a un agua de dudosa calidad para todos, falta de saneamiento a escala global (1 de cada 3 personas no cuentan saneamiento), mercantilización progresiva del agua y del medio ambiente, monopolización de la utilización de las aguas (minería, agro industria, gas de esquisto…), entre otros. Todas esas tensiones hídricas nos llevan hacia un mañana con panoramas que desencanta. Si el modelo de desarrollo se mantiene en el estado actual, si el mundo entero consumiese y produjese como la media de los países de la OCDE, necesitaríamos una decena de planetas. Sin embargo, ya vivimos en el solo oasis del desierto estelar.

¿Debemos sucumbir a la tragedia del agua ?

El balance que acabamos de realizar nos permite interrogarnos directamente sobre la supuesta inteligencia de nuestra especie. ¿Somos hasta ese punto incapaces de construir un sistema de gobernanza que permita asegurar la sostenibilidad de nuestra especie en la faz este planeta? ¿La generación actual, aquella que dibuja los contornos socio-medio ambientales en el cual nacerán las generaciones futuras, está lista a asumir sus responsabilidades frente a los tribunales de la Historia cuando el agua de calidad se transforme en un elemento escaso

En esta tragedia de los comunes, la codicia humana del siempre más para sacar el mayor beneficio, que en términos de política económica se traduce en la ideología del crecimiento económico (del PIB) como modelo de desarrollo, juega un rol central

Felizmente, el agua ha inspirado desde hace milenios formas pacificadas de gestión en donde el recurso toma la función de mecanismo que obliga a los individuos a entrar en empatía, ya que como todos los comunes, ésta nos liga directamente al mundo vivido. Ese mundo descrito por André Gorz como una barrera contra la alienación del sujeto que producen el capitalismo y la extensión del campo de la racionalidad económica. El mundo vivido se concibe como el lugar en donde las condiciones de la autonomía deben estar reunidas con el fin que el sujeto pueda plenamente advenir a sí mismo, es decir que asuma los fines y los valores de sus acciones. Un mundo que habitamos y que nos habita a través de los comunes. Es así que las diversas culturas han desarrollado naturalmente diversas y múltiples formas de gobernanza de los bienes comunes, mucho antes que el Estado Nación y las multinacionales reinaran sobre la faz de la tierra.

El enfoque empírico de Ostrom en la gobernanza de los comunes.

Es a través del agua, las napas freáticas de los Ángeles (USA), que Elinor Ostrom comenzó su camino en 1960 hacia un completo estudio sobre la gobernanza de los bienes comunes.

Estudió el impacto económico de las malas gestiones de las napas freáticas del Oeste estadounidenses. Se interesó particularmente en los modos de gestión sustentables, empíricamente probados, y en los principios de gobernanza que allí operan. Encontró innumerables respuestas en la gestión local y comunitaria realizada en los Estados Unidos y en otros países. Como resultado de 50 años de investigación científica obtuvo en 2009 el premio Nobel de economía.

En términos prácticos y en vista de la construcción de una gestión de comunes, ella nos propone 8 principios, los cuales aplicaremos al bien común agua.

- Los comunes no son propiedad de todos, es la « propiedad » (utilización directa) de personas que viven y utilizan los recursos naturales en territorios bien delimitados. En nuestro caso, el territorio del agua que se tiene que identificar y limitar se presenta más bien de forma clara: napas subterráneas, zonas húmedas, lagos, micro y macro cuencas…
- Todo proyecto que toca a la complejidad hidrográfica y a los espacios de gobernanza local deben adaptarse al contexto local (físico, climático, social, económico, demográfico…).
- Debe ser el fruto de la participación amplia e informada de los actores locales los cuales habrán participado a la definición de las reglas de gestión del recurso natural.
- Los miembros participantes l sistema de gobernanza del común (napa freática, por ejemplo) vigilaran el respeto de esas reglas.
- Aplicaran sanciones graduales cuando aquellas no sean respetadas (contaminación, sobre explotación, robo…).
- Los mecanismos de resolución de conflictos deber ser accesible y administrado localmente.
- Para ello, la comunidad que vive en el territorio del agua debe tener el derecho de elaborar et autonomía las instituciones de gobernanza sin interferencia externa. Esta gobernanza se organiza eventualmente con las otras escalas territoriales.

Ostrom osa ir más allá del esquema clásico de lo público y privado e integra la dimensión local territorial como una alternativa real de gobernanza de recursos naturales.

Los desafíos para lograr una gestión territorializada de los bienes comunes.

Los modelos de gobernanza instalados desde el centralismo por el interés de la Nación se alejan repetidamente de las realidades locales imponiendo un esquema institucional, un objetivo nacional por sobre los objetivos locales, un marco jurídico dado y funciones bien enmarcadas con un presupuesto bien limitado. La globalización tiene una influencia insospechada en la aplicación de políticas públicas. Por ejemplo, los planes hídricos nacionales son influenciados por las políticas internacionales promovidas por los bancos de desarrollo, las agencias de las Naciones Unidas, los think tanks económicos, entre otros. En ese marco, sacar adelante un proyecto de gobernanza local aplicando los principios de Ostrom pareciera una utopía. Pero la utopía es de creer que debemos acelerar aún más el consumo y la producción para desarrollarnos, aunque sea a costas de zonas de sacrificios.

Vistos los desafíos, en los territorios del agua, esos espacios geográficos limitados por una fuente de aguas de la cual inter dependen los asentamientos humanos y los ecosistemas, los ciudadanos tienen la responsabilidad de organizar y de anticipar frente a las decisiones y proyectos promovidos desde arriba para el gran bien de los de abajo (nosotros). No somos el 99%, como rezan las pancartas de ocupy Wall Street. Somos 1%, el establishment otro 1%. Debemos implicar al 98% restante a la causa de los bienes comunes. Allí se encuentra uno de los grandes desafíos.

Los habitantes del territorio tienen todo el derecho (y el deber) de expresar su opinión y a ser consideradas sus propuestas. Esas que portan las asociaciones locales con sus acciones para sensibilizar y denunciar la situación que genera problema con la gestión del bien común. Pero también es necesario estructurar un trabajo de incidencia política bien dirigida, identificada y planificada de forma participativa, coordinada y ejecutada gracias al apoyo de un equipo militante de cabildeo, cuyos resultados puedan ser evaluados en no más de un año. Se trata de focalizarse en el talón de Aquiles de un sistema que por lo general nos sobre pasa. Si bien este tipo de incidencia política organizada no permitirá (aunque quién sabe) obtener el estatuto de bien común del recurso natural objetivo, al menos nos permitirá de aproximarnos, de forma planificada y medible, de ese objetivo.

En los contextos democráticos, siempre tenemos la posibilidad de empujar las puertas que llevan hacia una gestión específica y territorializada del agua. Los ciudadanos deben tomarse los espacios de participación existentes y hacer presión para que se creen aquellos que faltan. Organizarse para influenciar objetivamente en la definición de la gobernanza del agua en el territorio en el cual se encuentra, es, como lo recuerda Elinor Ostrom, una de las fases para el advenimiento de una gobernanza realizada a través de los principios de los bienes comunes, de los cuales el agua es la llave maestra.

 

Rodrigo Olavarría

Consultor internacional. Experto sobre la temática del agua en la Fundación Danielle Mitterrand y en Empodera Consultores.

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