La promesa del S.XIX fue salir del oscurantismo de las ciencias religiosas y de todas las otras ciencias esotéricas para alcanzar la verdad, el progreso y la felicidad. Cuando el S.XX llegó a su término nadie de manera razonable podría afirmar aquello como efectivo y cuando el S.XXI se empina sobre su segunda década, el desencanto de la contribución de la ciencia y la tecnología a las aspiraciones humanas de bienestar y desarrollo poco o nada tiene que argumentar en su favor. Las ciencias se han vuelto tan esotéricas como las más antiguas tradiciones, pocos tiene acceso a ellas y a todas se les puede hacer a los menos dos observaciones, una minoría iniciada puede adentrase en sus secretos y sirven los intereses menos nobles del planeta.

Contrario a lo que parece, la ciencia no se ha integrado al seno de la cultura puesto que la generación de conocimiento y sus aplicaciones tecnológicas, transforman a la economía y no a los saberes de las personas. Es decir, el conocimiento estandarizado en los grandes centros de producción están ligados casi de manera directa a las corporaciones que controlan el sistema económico mundial. La devastadora presencia del Ébola ha sido un trágico téngase presente de la vulnerabilidad en la que se encuentran las personas a pesar de convivir con descubrimientos asombrosos. Hace menos de cinco años atrás, los científicos pudieron ver la llamada partícula de dios y al mismo tiempo, enfermedades infecto contagiosas -productos directos de la pobreza, la miseria y la exclusión- continúan matando a millones de seres humanos.

Ciertamente, la ciencia ha producido saltos cualitativos para la humanidad y la misma globalización impulsada por la revolución tecnológica, han configurado un mundo de nuevos paradigmas y complejidades, pero también es indudable que la humanidad no ha salido fortalecida sino debilitada. La noción de Estado - Nación ha sido superada por el principio de nicho de mercado, ya no se trata de países y menos de pueblos (porque en algunos lugares pronunciar la palabra pueblo es atentatorio a la modernidad y al desarrollo), sino de población con o sin capacidad para vender o compra bienes y servicios. Se vende el aire en bonos de carbón y la industria se desplaza hacia la periferia del sistema internacional para allí abaratar los costos de producción y lo que se cuida en el centro del sistema, en las fronteras del mismo, se destruye. ¡Al mundo no le falta conocimiento!, le sobra ambición y carece de ética.

Durante años hemos tratado de explicar a través de nuevos conceptos, las viejas prácticas de la naturaleza humana, pasamos del naturalismo al positivismo, inauguramos lo sistémico y caímos en lo holístico y salto con intención la fenomenología, el materialismo dialéctico, el marxismo y el capitalismo, la lógica aristotélica y la cartesiana y la Bacon y la Heidegger y tantos y tantas…tan llenos de conceptos y de hipótesis que sepultamos la naturaleza sagrada del hombre, el que al decir de Hölderling es un dios cuando sueña y a penas un mendigo cuando piensa. Y así de mendigo en mendigo, de tanto estirar la mano por una migajas de razón, hemos transitado hacia una sociedad capaz de ver en el conocimiento y en los saberes un comodities para ponerlo a la venta en el gran supermercado del planeta. Sábato no se equivocaba cuando al escribir sobre Héroes y Tumbas decía que el hombre estaba convirtiéndose en un engranaje de un sistema perverso que demolía la simiente de la razón y el afecto para reemplazarla por la producción, la eficiencia y la eficacia.

No somos capaces de mirar al Otro, nos somos capaces de reconocer al Otro, nos somos capaces de acompañar al Otro y después lloramos porque la democracia se debilita o porque tenemos que presenciar el espectáculo de las guerras por televisión, esperando que los jóvenes no consuman drogas o evadan sus responsabilidades sociales. Nos falta ética para enfrentar las transformaciones a las que nosotros mismos esperamos y nos conformamos en el silencio de la comodidad o de la complacencia. Conozco un país que hace revoluciones sin ciudadanos (as) y que castiga a quienes tienen la rebeldía de ejercer el derecho a pensar porque la diversidad ha sido reemplazada en la vitrina del desarrollo por la estandarización y porque la estandarización es hoy día sinónimo de desarrollo y bienestar. Pero también conozco a otros que levantaron una universidad en la inmensidad de sus montañas y no pidieron permiso a nadie, y a otros que dijeron que la educación, el conocimiento y los saberes son y deben ser subversivos, verdaderas fechas disparadas al corazón del hombre y de la mujer.

La Alianza Tierra Ciudadana primero y la Universidad Internacional Tierra Ciudadana -UiTC- después ha sido un sueño, un esfuerzo y una realidad, pero no es más que lo que cada uno (a) de su integrantes quiera que sea. Se trata de un espacio que declara el valor de la persona humana en una nueva travesía hacia el re – conocimiento del planeta, de los territorios, de las comunidades y de los pueblos. Esta editorial está dedicada a los hombres y mujeres que se levantan en la subversión de los días para construir nuevos puentes por donde transite la ética, la mirada y la sonrisa.

Nos hablaron de los Bienes Comunes y de los Comunes; en estas tierras de las Américas como en otras de África y de Asia, los más pobres de hoy y ancestros del ayer, los más vulnerables y los menos sabios hablaron desde los tiempos inmemoriales del agua, del saber, de la tierra, de los océanos, de los árboles, de los ríos, de los metales, pero no les creímos sino hasta que se escribió en libros en lenguas dominantes y en religiones aceptadas y entonces las sociedades inclinaron sus rodillas asombradas de tanto descubrimiento y se arrogaron el nuevo derecho de escribir la historia. Yo, reivindico no el concepto, no el juicio, no la palabra primera sino el grito, la furia, el llanto y la risa de una nueva ética humana, solidaria, fraterna e ingenuamente soñadora. Ese es el camino de la UiTC.

Pedro Avendaño
Instituto Metropolitano de Diseño La Metro (Ecuador)
Miembro activo de la UiTC